Bienvenid@s a mi blog. Me llamo Mª José y hago muchas cosas: soy contable (trabajo en una gran empresa), ama de casa cuando no estoy en la oficina, esposa y madre a tiempo completo, y ahora, escritora de un blog. Pero sobre todo, soy una entusiasta de experimentar y adaptar recetas para que mi familia las disfrute. Siempre me ha gustado cocinar (debe ser herencia de familia) aunque a veces se me hace cuesta arriba. Sobre todo cuando llegas a casa después de ocho horas trabajando fuera.
Vivo en el mismo pueblo de Valencia en el que nací y me crié. El mismo al que llegaron mis padres desde un pueblo de Castilla – La Mancha buscando una vida mejor. El mismo en el que mi marido y yo estamos criando a nuestros hijos.
Mis experimentos con la panadería casera empezaron hace ya seis años o más, cuando mi marido descubrió que era intolerante a una larga lista de alimentos, entre los que se encontraba el trigo (sin ser celíaco). En ese momento empezó mi búsqueda para conseguirle, entre otras cosas, un pan de calidad. Busqué en las herboristerías y descubrí harinas nuevas y recetas para hacer pan en casa. Hice pruebas y amasé a mano hasta conseguir un pan aceptable. Y entonces encontré la espelta, un tipo de trigo antiguo cuya harina era una alternativa a la de trigo común, con menos gluten, más nutrientes y sin modificaciones genéticas, por lo que es mejor tolerado por el organismo.
Cuando ya nos habíamos acostumbrado a los cambios en la dieta, llegó nuestra pequeña y al año de vida le diagnosticaron alergia al huevo. Aquello fue rizar el rizo. Por si no era bastante con las intolerancias del padre, ahora se nos complicaba más aún con la alergia de la niña. Menos mal que el mayor no tiene alergias alimentarias… Ya no podía comprar sin leer las etiquetas a fondo, y descubrí que había alimentos que jamás habría imaginado que contenían huevo o proteínas (como algunos quesos o vinos).
Era de locos. El médico nos dijo: “No puede tomar alimentos que contengan huevo o trazas”, “¿Ni siquiera trazas? pregunté, “Ni eso. Hay que eliminarlo completamente de la dieta para que el cuerpo no genere inmunoglobulinas contra él. Vamos a hacer una analítica para ver los niveles en sangre”. Cuando sales de la consulta del alergólogo es como si no fuera contigo. Lo primero que piensas es ¿y cómo me las voy a arreglar?, ¿dónde voy a comprar?, ¿y el comedor de la guarde?, ¿qué vamos a hacer? Luego descubres que hay alergias peores, pero en ese momento…, lo peor es lo que le pasa a tu pequeña.
Ahora ya lo tenemos controlado, aunque al principio llegué a preparar hasta pasta casera. De hecho, compramos una máquina para preparar los tallarines y los fideos sin trigo y sin huevo. Todo aquello despertó en mí un gran interés por el pan hecho en casa que me ha llevado, durante todo este tiempo, a buscar información sobre las formas de hacerlo, con distintas harinas y métodos, pero sobre todo con harina de espelta. Por más que busqué no encontré una receta de pan en la que no se mezclara la espelta con harina de trigo común, por lo que mis pasos se encaminaron hacia conseguir un pan sólo con esa harina. Desde entonces, intento adaptar recetas sustituyendo la harina de trigo común por harina de espelta.
Me consta que cada vez hay más personas con problemas digestivos a los que los médicos recomiendan cambiar el pan blanco por el integral, e incluso directamente por el de espelta. Cada vez es más fácil encontrarlo. Antes sólo se conseguía en herboristerías, pero ahora ya hay muchas panaderías que lo hacen. Evidentemente, el precio por pieza no es como el del pan común, ya que la harina de espelta es considerablemente más cara, pero os aseguro que el sabor es diferente. Y si además lo haces tú, la satisfacción que produce sacar la hogaza del horno y el olor que inunda toda la casa es impresionante.
Espero que mis recetas os animen a probar, como hice yo, y que descubráis el gran mundo que es la panadería casera, otra de las vertientes del “hazlo tu mismo” que nos ayuda a desconectar del mundanal ruido.